En la República Democrática del Congo, y en particular en Nyantende, las viudas se encuentran entre los miembros más vulnerables de la sociedad. Sin redes de seguridad social formales, a menudo dependen de la caridad para sobrevivir. Muchas son físicamente frágiles y socialmente invisibles, abandonadas a sufrir en silencio.
Los hermanos franciscanos del postulado de Nyantende vieron lo que otros pasaron por alto. Reconocieron una vocación humanitaria y espiritual para cuidar de estas mujeres olvidadas.


Por eso pidieron ayuda para brindarles un apoyo sostenido que mejorara sus vidas, restableciendo su dignidad, satisfaciendo sus necesidades básicas, mejorando sus condiciones de vida y ofreciéndoles un final de vida tranquilo y con apoyo.
Los abandonados son recordados
Gracias a donaciones de $13.000, los frailes iniciaron la primera fase de un proyecto que ahora alimenta a 45 viudas.
- Primero, los frailes distribuyeron alimentos a todas las viudas del programa: harina de maíz, yuca, arroz, frijoles, aceite y sal. Suficiente para comer.
- Después vinieron los kits de cocina: cosas sencillas, como ollas, platos y mantas.
- Luego los frailes repartieron semillas (de frijoles, guisantes y maíz) y azadas para cuidar los pequeños huertos.
- Diez mujeres recibieron $100 cada una para iniciar un pequeño negocio: vender comida, jabón o algo que soñaban ofrecer a sus vecinos. Puede que no parezca mucho, pero en Nyantende, $100 puede marcar la diferencia entre el hambre y la esperanza.


“Cada vez que estas viudas reciben ayuda, es una alegría”, compartió un fraile.
Las viudas agradecen continuamente al Ministro General y a los franciscanos por recordarlas.
Pero la popularidad de estos programas también aumenta el número de mujeres mayores que exigen ser incluidas entre las demás. Por ello, los frailes se han adaptado: ofrecen ayuda solo a mujeres de 70 años o más, invitando solo a participantes verificadas a recibir los bienes para no saturar el programa.
El trabajo continúa
Este proyecto es abierto porque la necesidad persiste. Pero también lo es la esperanza.
Y esa esperanza es posible gracias a la generosidad de nuestros fieles amigos y donantes.
Gracias por ver a las viudas de Nyantende, por recordar lo que el mundo ha tratado de olvidar.