Una respuesta franciscana a una crisis creciente

Justo al lado de las bulliciosas calles de Buenos Aires, escondido cerca del Convento de San Francisco de Asís, encontrará algo inesperado: esperanza.

Desde 2014, los frailes de la Provincia Franciscana de la Asunción han brindado un apoyo vital a quienes el mundo a menudo ignora. Se llama El Buen SamaritanoEl buen samaritano—y hace honor a su nombre. 

Cada semana, casi 150 personas —niños, adultos y ancianos— llegan al convento. Algunos son argentinos; otros, migrantes de Venezuela, Bolivia, Perú o Paraguay. Entre ellos, se encuentran personas transgénero que enfrentan rechazo y violencia; y madres y padres que intentan proteger a sus hijos de las adversidades más duras del mundo. 

Otras 80 familias se benefician indirectamente a través de la distribución de alimentos y artículos de higiene.

Vienen de diferentes lugares, pero comparten una realidad: el peso abrumador de la pobreza y el desplazamiento. Y esa carga va en aumento.

La pandemia, sumada a la crisis económica argentina, ha dificultado aún más la visibilidad de los más vulnerables. Personas —buenas personas— que, por diversas razones, han quedado relegadas al olvido.

Conocer a las personas donde están

Todos los viernes a las 16:00, los frailes y voluntarios se reúnen. Juntos, rezan, sirven y escuchan. 

En este espacio, una comida caliente se complementa con la oportunidad de ducharse, lavar la ropa o seleccionar ropa limpia de los estantes. Se ofrece asistencia legal, ya sea para documentos extraviados o solicitudes de asilo. Un trabajador social ayuda a los huéspedes a navegar por la compleja red de apoyo gubernamental. Un psicólogo ofrece asesoramiento a quienes enfrentan traumas, adicciones o violencia. 

Este trabajo huele a sopa, lejía y café. Suena a risas entre voluntarios y a la voz suave de alguien que pide una manta. Se siente como una camisa limpia, una comida caliente y el consuelo de oír tu nombre pronunciado con cariño.

La gente detrás del proyecto

Liderado por los Frailes Franciscanos del Convento, el proyecto se sustenta en la fe, la generosidad y un pequeño grupo de voluntarios. Los alimentos provienen de la Provincia de la Asunción, el ayuntamiento y personas de buen corazón. La ropa es donada por los Centros Educativos Franciscanos.

Este es un trabajo que nutre tanto el cuerpo como el espíritu. Los frailes ofrecen compañía y oraciones. Los grupos comparten historias, risas y, a veces, lágrimas.

El trabajo silencioso de la dignidad

En una ciudad de millones, El Buen Samaritano Ofrece algo excepcional: un lugar para ser visto y conocido. Un espacio donde quienes son pobres de espíritu —y en todo lo demás— pueden encontrar no solo ayuda, sino también un hogar. 

Solo en 2021, el proyecto apoyó a más de 200 personas cada semana. Algunas encontraron una salida a la indigencia. Otras simplemente encontraron un lugar donde descansar. Otras lograron recuperar documentos legales, estabilizar sus vidas y reconectar con el apoyo que habían perdido.

El trabajo continúa, como se ha hecho desde 2014, y con vuestra ayuda continuará durante años más.

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